Luis Alposta, el Doctor del Tango

(Su Tema «El Jubilado» Tiene Dramática Actualidad)

Médico de reconocida trayectoria, con su especialidad en Ginecología y Obstetricia, pero también poeta y ensayista que ha sabido captar, con un delicado pero sensitivo poder de observación, las dificultades y la lucha del hombre que, cotidianamente, debe afrontar los desafíos que le plantea la vida. Todo esto, nada menos, es el doctor Luis Alposta.

Alposta

Luis Alposta

¿Y cómo, un personaje así, no iba a encontrar en el tango su instalación más cómoda y relevante? Si el tango es eso: vida, lucha, ironía, desencuentros, frustraciones, pero también el renovado orgullo de poder enfrentar los desazones con el arma que solo pueden esgrimir los bardos de verdad. O sea esa musa rante que tuvo admiradores como César Vallejos y Enrique González Tuñon, vates como Celedonio Flores y Carlos de la Púa y estudiosos como José Gobello, que enriquecieron, como dice Julián Centeya, esa lírica malandraca que es el lunfardo de Buenos Aires.
Por todo ello, no es casual que hayan reparado en sus poemas, para musicalizarlos y en algunos casos convertirlos en resonantes sucesos, artistas de la talla de Edmundo Rivero, Osvaldo Pugliese, Rosita Quiroga, Daniel Melingo y Juan Carlos «Tata» Cedrón. La producción del «tordo» Alposta es tan rica, amplia y atrapante, pero sobre todo tan comprometida con la realidad argentina, en su lenta pero inexorable degradación, que es fácil encontrar en ella creaciones testimoniales que, por desgracia, se terminaron transformando en atribuladas predicciones.

alposta rivero

Edmundo Rivero con el doctor Alposta

Es por eso que quien esto escribe, así nomás, al voleo, ha elegido su «Soneto con Bronca» que ya hace más de 40 años vislumbraba ese despeñadero argentino que parece no tener fin. Dice:
– Veo un país con palidez de anemia,
en mano de malandras y de giles,
y veo en él también otros perfiles
haciendo alarde de la esquizofrenia.
– Veo un país con hombres agotados
donde el que no labura es el que grita.
Un país que tan solo habla de guita,
de ministros de turno y negociados.
-Veo un país de timbas y quinielas,
de inútiles discursos y novelas.
Un país que es consciente de su hastío
y es por eso que hoy ando rechiflado.
Yo te hablé de un país que está pinchado
y ese pobre país -viejo- es el mío.

—-

Autor de sonetos lunfardos más que significativos y de sus reconocidos «Mosaicos Porteños», Alposta interpreta el sentir no solo de los porteños sino de los argentinos en  general, sobre todo de los pobres y desheredados que gritan su broca «cuando la mala viene», para decirlo en el lenguaje taura del Negro Flores. Y, en esa dirección, encontró la amistad sincera de ese caballero cabal que fuera Edmundo Rivero. Esta ligazón poética entre ambos se transformó en un doble y compartido gesto de rebeldía, con el que los dos expresaron su rechazo, sin medias tintas, a cómo están puestas (mal) las cosas. (Ver «Edmundo Rivero y el Lunfardo», nota en este blog del 3 de marzo de 2016).
Nada es casual en la musa de Alposta. La identificación con la familia cuyo jefe, desesperado, agotado, no logra mantenerla dignamente y apuesta a la suerte (el llamado y disuelto Prode) que, como los tangueros bien sabemos, es siempre y será grela y termina consumando un triple suicidio tras «darle manija al gas» («Tres Puntos»). La compenetración con el oscuro oficinista que, harto de frustraciones, cae vencido cuando el corazón le dice que no va más («El Piro», o sea el escape). O la comprensión hacia el loco o cuerdo, ¿quién puede saberlo?, que harto de fracasos, «vistiendo traje oscuro/ ciñó a su cuello el lazo, suavemente/ dejó caer el banco del presente/ y le sacó la lengua a su futuro» («Cuartetas para un Ahorcado»).

Desde El Viejo Almacén, Edmundo Rivero interpreta «Tres Puntos», uno de los poemas más dramáticos de Julio Alposta.

En los tiempos que corren en la Argentina de Mauricio Macri, como es sabido, con la reforma previsional impulsada por su gobierno se ha perjudicado gravemente a millones de jubilados que, después de haber trabajado duramente toda su vida, han visto complicarse y dañarse la posibilidad de gozar de un retiro mínimamente confortable. Es un botón que basta como muestra para evidenciar los padecimientos que los indefensos sufren, cada vez con mayor brutalidad.
De esta injusta mishiadura que como un rayo devastador ha caído sobre quienes peinan canas se ocupa, entre tantas otras, el binomio Alposta-Rivero en el tango «El Jubilado», que lleva la firma de ambos. Habla de la tristeza del anciano al que «le afanaron hasta la bronca». Es un tema duro, penoso, inclemente, que apunta sin anestesia a una de las llagas abiertas, tal vez la más dolorosa, en la patética Argentina de hoy.
Existe una doble grabación de la orquesta de Osvaldo Pugliese, cantando Abel Córdoba, tanto para los sellos Philips y Odeon. Pero para su difusión hemos elegido la versión de Rivero, también registrada para Philips, con el acompañamiento impecable, como siempre, del maestro Raúl Garello.

«El Jubilado», de Julio Alposta, en la versión de Edmundo Rivero con la orquesta de Raúl Garello.

Julio Alposta escribió estos versos en 1971. O sea que han pasado 45 años. Tal vez resulte superfluo subrayarlo, pero en la Argentina de hoy las alusiones que el Tordo hace a este jubilado que «ya no tiene ilusiones que ponerse» NO son una simple coincidencia.
Claro que no.

Bruno Passarelli

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