AYRTON SENNA: a Treinta Años de la Trágica Muerte en el Circuito de Imola, en la Curva del Tamburello, del Más Grande en Absoluto Entre los Pilotos de la Fórmula 1

(HAY HOMBRES, PERSONAJES, MITOS QUE LA HISTORIA NO PERMITE QUE PASEN DESAPERCIBIDOS Y SOBRE QUIENES EL TIEMPO PARECE NO EJERCITAR SU PODER INEXORABLE. EL PILOTO BRASILEÑO ES PARTE DE ESTA CATEGORÍA PRIVILEGIADA Y AL CUMPLIRSE TRES DÉCADAS DE SU MUERTE LO RECORDAMOS CON INMUTABLE VENERACIÓN)

Hoy, existen jóvenes apasionados de la Fórmula 1 -y hay tantos, pese a la decadencia emocional de la categoría- que a AYRTON SENNA no lo han visto correr. Ni dibujando hazañas en los circuitos de medio mundo ni a través de la televisión. Simplemente, porque cuando ésta se iluminaba con sus sobrepasos espectaculares e inapelables y el destino se lo llevó para siempre aquel fatídico 1 de Mayo de 1994, todavía no habían nacido.
Y bien, si el mundo del automovilismo deportivo se emociona hoy a recordarlo, aquí y en tantos otros sitios, con la veneración que se tributaba en otros tiempos en las escuelas a los Héroes de la Epica griega, de Homero en adelante, es porque AYRTON era ya un HÉROE, dentro y fuera de las pistas. Por su personalidad, su magnetismo., su generosidad. Porque cuando hablaba y exponía su pensamiento, su punto de vista, en relación con las carreras pero en especial sobre LA VIDA, no era nunca BANAL, DESCONTADO, OBVIO.
Nunca respetó ciertas reglas del juego. Por ejemplo, autocensurrse después de cualquier carrera, ignorando impiadosamente a los «Agregados de Prensa» de turno, por lo general agraciadas y respetuosas señoritas que lo vigilaban para que en sus declaraciones a la prensa fuese «políticamente correcto». Algo que nunca le salió bien porque su espíritu rebelde le brotaba del fondo del alma. Corriendo para Toleman, Lotus, McLaren o Williams. Es que le tenía poco respeto a quienes en su época ocupaban los «pisos altos» de la Fórmula 1. Se llamasen Balestre, Ecclestone o quien fuese.
AYRTON siempre dijo lo que sentía. Pero no mezclaba nunca las cosas. Inolvidables aquellas pruebas de clasificación dónde esperaba sentado en su monoposto hasta los últimos cuatro o cinco minutos para salir a pista, pegar su zarpazo inapelable e impedir así que nadie, en tan poco tiempo, intentase siquiera acercársele a su pole position. Las estadísticas lo dicen todo: AYRTON obtuvo 65 poles en los 161 Grandes Premios que corrió. Y MICHAEL SCHUMACHER, su gran rival de aquellos años gloriosos, logró tres más (68) pero tras disputar 306 pruebas. O sea… ¡¡¡CASI EL DOBLE!!!
La muerte de AYRTON sobrevino aquel primer día de Mayo 1994 por una garrafal (e imperdonable) falla técnica de su WILLIAMS, pero en medio de un «week-end» imolés en el que había desplegado toda su generosa solidaridad. Estuvo en todo momento cerca de su compatriota RUBENS BARRICHELLO, protagonista el viernes de aquel GRAN PREMIO DE IMOLA de una espantosa salida de pista en la otra curva homicida del trazado, la llamada «VARIANTE BAJA». En las pruebas oficiales del sábado AYRTON fue el primero en correr, desesperado, hacia el sitio donde se había despistado, para morir instantáneamente, ese simple desconocido que era el austríaco ROLAND RATZENBERGER. Y en la largada del domingo fue él quien vistosamente, desde su habitáculo, hizo señales inapelables de que se debía parar la carrera por la rueda que había perdido en la pit-lane la Minardi de MICHELE ALBORETO.
Los pocos cameracar que hoy pueden todavía encontrarse en Youtube narran, mejor que mil palabras, la tremenda intensidad con la que AYRTON afrontaba los momentos cruciales, antes y durante cada carrera, inmerso en un universo espaciotemporal totalmente suyo. Es espiando en él que nos gusta evocarlo. Como cuando era al volante de la paupérrima TOLEMAN, en la tenaz persecución bajo la lluvia que caía sobre el Principado de Mónaco y detrás del que sería su gran adversario de toda la vida, ALAIN PROST, a quien le fue regalado el triunfo con un anticipado e inapropiado banderazo. O en el diluvio del Estoril, arriesgándose a cualquier desastre en la persecución de su primer triunfo en la Fórmula 1.
Pero pocos recuerdan la que resultó, para mí, su máxima hazaña. Siempre con PROST como adversario peligroso e inconfiable. Fue otra vez en Montecalo, en 1988, cuando estampó una monstruosa pole-position sacándole casi dos segundos y medio de ventaja en la grilla al francés y más de tres a GERHARD BERGER, con Ferrari. Lo suyo fue apoteótico, un giro para la historia que lo llevó a declarar: «»Estaba manejando instintivamente, me sentía en otra dimensión espiritual, mucho más allá de toda capacidad de raciocinio».
Como cuando en Suzuka, algunos años antes, había confesado haber visto a Dios delante suyo en la grilla de largada que le había sonreído, como anticipándole la victoria que puntualmente llegó. A PINO ALLIEVI, un prestigioso colega que me honra con su amistad y a quien SENNA respetaba mucho, tras esa supuesta aparición divina no retuvo la ironía: «Vamos, Ayrton, ¿es posible que Dios, con las guerras que hay en el planeta, los desastres del ambiente, el hambre que sacude a la mayoría del mundo, se haya regalado una tarde para ir a Suzuka a darte su apoyo?». SENNA no se inmutó y gambeteó la pregunta: «Yo redescubrí a Dios después de haberme alejado de Él de muchachito, así como a la oración y a la Biblia, ahora los siento siempre a mi lado, Dios me ayuda en las carreras, me protege, me ha mejorado haciéndome entender tantas cosas».
En realidad, en aquella tarde trágica de hace 30 años, en la curva del Tamburello de Imola, no fue Dios quien lo traicionó. La puñalada se la aplicaron los hombres del team Williams, entregándole para correr un auto siglado FW16 que ya, desde los ensayos iniciales, había resultado para él «incomprensible e inmanejable». Y Dios entiende poco y nada de motores, aerodinámica, suspensiones, barras de la dirección y demás misterios que esconden los monopostos de Fórmula 1.

BRUNO PASSARELLI

Deja un comentario